La gata y la modista


Por Cristian Daniel Godoy

El timbre suena por quinta vez en el espacio de un minuto. Lita finalmente consigue abrir la puerta de su departamento. Hoy percibe una humedad aplastante en el ambiente y la pierna mala le duele más que nunca. Del otro lado está su vecina con el hijo. La mujer sabe que Lita usa bastón pero, como siempre, está muy apurada. Tiene que pagar la cuota del alquiler, que vence hoy. Hace varios años que ambas son vecinas en el edificio, desde antes que naciera Tobías. A la mujer no le importa si la vieja renguea o si tiene que agacharse para tomar las medidas del ruedo y clavar los alfileres. Después de todo es su trabajo y no lo hace gratis. La semana que viene Tobías empieza primer grado. Le compraron el pantalón del uniforme dos talles más grande porque los pibes a esa edad suelen pegar repentinos estirones de altura. Lita baja la mirada pero no puede verle la cara porque está muy despeinado y tiene remolinos. Dicen que los chicos con remolinos son inquietos.


La madre lo empuja a Tobías hacia el interior del departamento. El chico apenas avanza un paso y vuelve a ponerse tenso. No quiere saber nada con entrar a lo de la vieja loca. Así le dicen a Lita con sus amigos del barrio; ella los escucha cuando baja a hacer los mandados. Sin embargo comprende que los chicos son así y finge no darse por aludida. Ahora le sonríe a Tobías con ternura y le promete que van a ver los dibujitos en la tele. También compró galletitas rellenas para la merienda. La madre aclara que le deja al nene por un ratito y después vuelve a buscarlo. Le alcanza el pantalón y oprime el botón que llama al ascensor. No dice gracias ni se despide del chico.

Adentro se siente olor a caldo y las persianas están a medio subir. Predomina un silencio de siesta. La pintura de las paredes se descascara. Los muebles están llenos de polvo. A Lita le cuesta limpiar desde que sufrió el accidente y no tiene a nadie que la ayude. Perla, su gata, es la única compañía. Tiene un ojo de distinto color y es atigrada. Cada día se pone más gorda. Ahora descansa sobre el apoyabrazos del sillón. Tobías no disimula y se tapa la nariz con asco. Lita cierra la puerta, que hace un ruido pesado, con llave. La máquina de coser se ubica junto al ventanal, sobre la mesita con la carpeta tejida. La vieja está chicata y tiene que aprovechar toda la luz natural posible. No es lo mismo que la luz de la lámpara. Las clientas se le quejan porque reciben la ropa con pelos de gato. Lita cepilla pacientemente todas las prendas pero siempre queda algún que otro pelo.

A esa hora en la tele de aire no parecen dar dibujitos y Lita no tiene cable. No sabe con qué entretener al pibe. Hace zapping y termina poniendo un programa de cocina. De todas maneras Tobías no le presta atención a la pantalla porque se dirige despacio hacia el sillón. El lomo de la gata se hunde y vuelve a inflarse pausadamente, en cámara lenta, con suavidad. Así un par de veces. Hasta que Tobías le grita en la oreja y Perla se arroja asustada del sillón. Sale disparada a buscar refugio y enredarse entre las piernas de su ama: macizas, casi inmóviles, con miles de várices y los tobillos vueltos un nudo. Parecen un par de troncos añosos, surcados por gruesas raíces.

La gata está molesta y ronronea, no sale de entre las piernas de Lita. A ella también la sobresaltó el grito y siente el pecho agitado. Ya no está para estos sustos. Le pide a Tobías que por favor se suba al sillón y se pruebe los pantalones, así ella le marca el ruedo sin tener que apoyar las rodillas contra el piso. Recoge algunos alfileres del costurero y los sostiene entre los labios. Le asoman de la boca como si fueran bigotes. El pibe se queda en calzoncillos y se pone a saltar sobre el sillón, como si jugara en una cama elástica. Lita quisiera ordenarle que se calme pero no puede hablar con los alfileres en la boca. Perla saca las uñas y se le eriza el pelaje, al mismo tiempo que clava sus ojos de dos colores en la criatura. A Tobías esa mirada parece incomodarlo y deja de saltar. Se viste con los pantalones del colegio aunque tiene que tironear de una pierna y casi los rompe.

Cambiá la tele, dice. Lita sabe que la orden es para ella y se dispone a cumplirla. Le gusta consentir a los chicos. Escupe los alfileres sobre la palma de su mano y los guarda en un bolsillo de su batón. Sin embargo, cuando quiere dar un paso en dirección al control remoto de la tele, se choca con la gata y trastabilla. Sabe que a su edad no puede volver a caerse y por un instante pierde la paciencia; alza a Perla del lomo y la encierra en la cocina. Apoya el bastón a un costado para poder arrimar una silla que trabe la puerta. La gata se pone a rasguñar la madera frenéticamente y maúlla como si estuviera en celo. Lita le exige que se calle. Nunca antes le había gritado. Cuando quiere tomar nuevamente el bastón descubre que Tobías acaba de arrebatárselo.

El chico se aleja arrastrando los pantalones por el suelo. Se para junto a la entrada del departamento y la mira desafiante, a través del flequillo, con malicia. Lita le ruega que le devuelva su bastón. No quiere lloriquear adelante del nene pero siente que no podrá evitarlo. En respuesta Tobías le saca la lengua, levanta el bastón en posición horizontal y finge que la ametralla a balazos. Le agarra un ataque de carcajadas, entremezclado con los ruidos que improvisa para imitar los disparos. Lita se quiebra y se larga a llorar. Está desconsolada, no puede caminar sin el bastón. La puerta de la cocina vibra contra el marco, las uñas siguen rasguñando la madera. El maullido se vuelve cada vez más agudo. También la risa de Tobías. Todos los sonidos aturden a Lita. Ella se enjuaga el rostro con una mano y se repite a sí misma que tiene que ser valiente. Sus manos lucen todavía más avejentadas de lo habitual, como si hubieran aparecido nuevas y peores arrugas al contacto con las lágrimas. Tiene que hacer algo urgente. Ese chico está fuera de control y necesita límites.

Primero avanza un paso con la pierna buena. Tímidamente, como si tuviera que aprender a caminar desde cero. Aguarda. Acto seguido respira hondo y se anima a pisar con la otra. Lo consigue. Tobías la observa atónito y tampoco puede creerlo. Lita se queda temblando en el lugar, no sabe si de nervios o a causa del esfuerzo. Respira hondo otra vez y prosigue la marcha, cada vez con más confianza, cada vez más en firme. Siente que puede hacerlo, que después de todo no está tan vieja. Comienza a abrirse una grieta vertical en la puerta de la cocina, que la recorre de arriba hacia abajo. Se desprenden algunas astillas de la madera. Baldosa tras baldosa, Lita va recuperando una vitalidad y una fuerza que creía perdidas para siempre. Siente el cuerpo más liviano; ella se vuelve ágil, elástica. La madera continúa cediendo, astillándose, hasta parece que se dobla. La grieta a su vez se subdivide en otras varias más pequeñas, formando el dibujo de las nervaduras de una hoja. Y también se hace más profunda. Las uñas de la gata terminan por atravesar la puerta. Se clavan como puñales en la madera quebrada. El maullido ahora se escucha más nítido y penetrante. Tobías suelta el bastón y grita con todas sus fuerzas. Intenta salir al pasillo del palier pero no tiene la llave. La vieja ya se encuentra a punto de alcanzarlo. La gata asoma por detrás y enseña los colmillos. Sus ojos de dos colores fulminan con un brillo espejado que hace rebotar la luz. Lita toma el último impulso y pega un salto. Su sombra rápidamente envuelve el cuerpo de Tobías, que apenas atina a protegerse el rostro con las manos. Un zarpazo filoso le desgarra la piel.

La madre baja del ascensor. Toca el timbre del departamento más de cinco veces pero nadie atiende. Apoya la oreja contra la puerta y cree escuchar que, del otro lado, en la tele recitan los ingredientes de una receta.

4 comentarios:

  1. Como termina la historia??????? Me queres matar????? Deme el final ya¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡

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  2. Si te soy sincero, hubiese sacado la última oración del anteúltimo párrafo.
    Por lo demás, el cuento creo es muy bueno, se puede palpar la tensión que -creo- quisiste transmitir.
    Estoy leyendo los cuentos de manera descendiente, y de hecho es este el que más me gustó por ahora.

    Felicitaciones Cristian.

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  3. Muchas gracias por las felicitaciones y los consejos, los voy a tener en cuenta para futuras correcciones. Gracias también a Galmort por generar este espacio y felicitaciones a los ganadores, estuve leyendo los textos y son muy buenos.

    Cristian

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  4. ¡El más mejor cuento de estos cuentos que subieron aca!
    Lo saluda Atte,
    Dr. Wilfred Stanford, PhD

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