Encuentro con Kafka

por Alelí A. Ortiz

Me encuentro sentado en el sillón, frente al ventanal del patio. El cigarrillo se consume en el cenicero y el hielo desaparece gota a gota mezclándose en el whisky. Soy un hombre de 35 años, fornido, de 1,75 cm de alto, pelo oscuro y ojos profundos. Soy dueño de una de las compañías más grandes del país. Aficionado a la lectura y a la escritura. No tengo ídolos y no poseo religión. El amor nunca toco a mi puerta y no me quejo, me ocupé de otras cosas y mujeres nunca me faltaron.
Mientras me dedico a reflexionar sobre mi vida, sentado frente al ventanal de mi casa de campo, al atardecer, leo Metamorfosis. Kafka si sabe como impactar. Como un hombre común, con una rutina común, se termina convirtiendo en una cucaracha común.
Pensando en esto me voy hundiendo en el sillón y la noche empieza a invadir el horizonte apagando los últimos rayos de sol decreciente. Las estrellas empiezan a relucir en el manto negro y nada, aparte de ellas, se puede distinguir.
Me levanto un poco y veo una cucaracha posada al lado de mi zapato. La contemplo. No mueve más que sus largas y repulsivas antenas. No teme, ni siquiera se siente observada. Pienso en Gregorio. Pienso en la cucaracha. Pienso en esa habitación y la cucaracha dada vuelta en la cama. Pienso en lo que pensaba Gregorio convertido en cucaracha.
Y sin meditarlo, levanto el pie y la aplasto despacio, sintiendo el crujir de su caparazón. Vuelvo a levantar el pie y veo el cadáver de marrón oscuro, las antenas inmóviles y un líquido viscoso brota por debajo del repugnante insecto.
Me saco los zapatos y recojo los pies hasta quedar enteramente sobre el sillón. Me vuelvo a hundir. Prendo otro cigarrillo y el humo me envuelve. Tomo un trago de mi vaso y me quema toda la garganta. Me retraigo mas en mis pensamientos, encerrando con mis piernas mi cuerpo contra el sillón. Quedo inmóvil viendo las estrellas. Mis pensamientos empiezan a turbarse, se nubla y no puedo alejar la imagen del insecto desparramando ese líquido viscoso.
Imagino la cara de Gregorio, el regocijo de su casero, la cara de Kafka, los ojos desorbitados del insecto, las antenas inmóviles. Y me inmovilizo yo. Dejo salir el humo de mis pulmones, me envuelve nuevamente y me deja en una nube impenetrable por la vista. En mis oídos se repite una y otra vez el sonido crujiente del esqueleto del asqueroso insecto cuando le di muerte.
Escucho la puerta abrirse del departamento cuando Gregorio entra, el sonido de los pasos de la cucaracha en el piso, el crujir de las pisadas de Kafka mientras se pasea por su casa. Me encojo más, y logro escuchar el sonido de mis huesos rozándose unos contra otros. Dejo que mi lengua saboree el whisky, que pase lentamente por la garganta y que me queme hasta las entrañas.
Veo las entrañas desparramadas por el suelo, como una gelatina viscosa de color verdoso. Veo como mi zapato se levanta lentamente salpicando parte de eso, asquerosamente indescriptible. Siento que se me revuelve el estomagó. El whisky me sigue quemando como un fuego que recorre cada parte de mi cuerpo.
Me vuelvo a encoger. Siento más fuerte el crujir de mis huesos. El sonido se repite una y otra vez en mis oídos. La imagen del insecto inmóvil y desparramado por el suelo vuelve a mi mente. La cara de Gregorio vuelve también, acoplándose a la anterior. Una cucaracha aplastada con cara de humano. Me revuelco en el sillón. Siento el humo que penetra hasta mis pulmones. El calor del whisky quemándome por dentro.
Me estiro, dejo caer lo pies al suelo. Siento el líquido viscoso en la planta del pie derecho, como transpira el vaso en mi mano izquierda y como el cigarrillo se apaga en el cenicero. Pero nada de esto me importa.
Me veo reflejado en el ventanal de mi casa. Una figura decrépita se refleja. Una cabeza cadavérica, un cuerpo descarnado. Unas piernas deshuesadas colgando del sillón. Y una nube que envuelve toda la imagen. Una nube que transpira rojo. Veo que el vidrio empieza a cubrirse de ese rojo. Luego de un azul. Luego de un verde.
Un verde repugnante, que cae lentamente, como desparramándose. Poco a poco va cubriendo todo el ventanal y poco a poco voy viendo como la figura de un anciano en su último momento va siendo engullida por eso. Va siendo devorada por algo tan repugnante como el mismo insecto. De golpe todas las imágenes vuelven a mis ojos. Reflejadas en el vidrio.
Una secuencia que nunca termina, como una película que se repite una y otra vez. Mi cuerpo se estira totalmente en el sillón. Las piernas terminan de caer. Los brazos cuelgan a los costados del sillón. Mi cabeza cae hacia un lado. Mi cuerpo se sigue hundiendo en el hueco del sillón, haciendo parecer que no tiene fondo.
Desde arriba veo que la cucaracha se vuelve a poner de pie… y se va acercando lentamente hasta mi… dejando regado por donde va ese líquido asqueroso… creciendo en tamaño… y el chillido insoportable que emite me aturde…
Cada vez esta más cerca. Y no me queda más que cerrar los ojos y esperar… y la cara de Kafka, riendo, se aparece ante mi…

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